Mike Lazaridis imaginó a finales de los noventa un dispositivo que llamó “BlackBerry”, que en el verano de 2009 dominaba el 50% del mercado de los smartphones en Estados Unidos. En 2014 cayó a menos del 1%, por no saber adaptarse. Estaba convencido de que ese camino que estaba siguiendo Apple con su iPhone no tenía futuro.
Pero es que en 2004, cuando un grupo de ingenieros le dijo a Steve Jobs que tenían un proyecto para transformar su producto estrella, el iPod, en un teléfono, éste dijo: “¿Por qué coño íbamos a querer hacer algo así? Es la idea más estúpida que he oído en mi vida”.
En 1996 una bodega australiana presentó una tecnología que consiste en un recubrimiento interno para las latas de aluminio que mejora la conservación del vino en estos envases, llamada “Vinsafe”. A los australianos les debemos también el tapón de rosca que muchas bodegas del nuevo mundo utilizan al embotellar sus vinos jóvenes. Y el “bag in box”, que es de 1965.
Unos envases que tenemos disponibles en Europa desde hace décadas pero que el sector del vino más conservador no quiere ver ni en pintura.
Lo llaman “pereza” cognitiva. Ese inmovilismo que un alto porcentaje de los humanos siente ante cualquier cosa que tiene que replantearse. Incluso personajes tan “emprendedores” como los que estamos nombrando.
Sucede que el cuestionar con frecuencia nuestros principios, hace del mundo un lugar impredecible. Y esto no gusta a mucha gente. Se aferran a suposiciones, instintos y hábitos. Sosteniendo su discurso con frases del tipo:
- Esto aquí no va a funcionar
- Mi experiencia me ha enseñado otra cosa.
- No le demos más vueltas
- Siempre lo hemos hecho así
No estamos diciendo que envasar el vino en lata conlleve un adelanto tecnológico que vaya a cambiar el sector en Europa pero… ¿Por qué no incluir estos formatos en la distribución? En Australia, y también en Estados Unidos, la lata es un envase que triunfa, que convive con las tradicionales botellas de vidrio y que da accesibilidad al vino a nuevos tipos de público.
El aluminio es 100% reciclable, mantiene inalterado el sabor y el aroma del vino y al estar sellado herméticamente también le protege de la luz. Es decir, garantiza por completo el mantener la máxima calidad del producto. Es un envase más fácil de empaquetar y paletizar. Reduce el peso respecto al volumen (el aluminio es mucho menos pesado que el vidrio) lo cual abarata su transporte y por tanto disminuye la huella de carbono generada en su exportación.
Uno de los prejuicios es asociar los envases alternativos a la calidad. Se tiende a pensar que el bag in box, el tapón de rosca o la lata envasan vino malo y barato. Y eso no es así en absoluto. Existen vinos terribles en preciosas botellas de cristal con etiquetas de diseño. Y también vinos de calidad (que obtienen altas puntuaciones en catas a ciegas) que viajan en latas de aluminio. El envase no es lo importante, sino el contenido. Parafraseando a los inmovilistas: Esto es así, “no le demos más vueltas”.
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