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El invierno 2016 fue uno de los más suaves que se recuerdan últimamente, sólo con un mes especialmente frío y húmedo, sin embargo, la primavera fue muy lluviosa, lo que provocó cierto corrimiento durante la floración, con la consiguiente pérdida de cosecha. Tras el pequeño retraso en la floración, la añada continuó con abundantes lluvias, por lo que fue un año muy intenso y complicado en el manejo de enfermedades en la viña. La parte positiva de la situación fue que el suelo se hizo con una buena reserva de agua.

Un verano extremadamente cálido y seco, auguraba una muy buena maduración, pero la falta de lluvias provocó una parada de la planta por estrés hídrico. A finales de agosto, unas lluvias inesperadas salvaron la situación.

Esta lucha entre climas continental y atlántico se resolvió con una cosecha muy tranquila y escalonada, gracias a la ausencia de lluvias durante la vendimia.  Fue una cosecha tímida en cantidad, pero excepcional en calidad, hemos obtenido blancos muy frescos y aromáticos (con marcado carácter atlántico) y tintos voluptuosos, con mucho color, estructura,  capacidad de guarda, y frescura al mismo tiempo.
No imaginábamos que un año tan extremo climáticamente nos iba a ofrecer una calidad tan alta y unos vinos tan singulares.

*Olga Verde es enóloga de Bodegas Godelia en el Bierzo.