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Vinófilos
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Guía para dejar de comportarte como el cuñado insoportable que nadie quiere como compañero de barra o mesa.


Limitarse a beber única y exclusivamente perfiles de vino muy concretos (de un solo tipo, de una zona específica, un tipo de uva…) es tan absurdo, tan obtuso, tan triste y tan de cuñado máximo que, si te respetas un poco y quieres dejar de dar esa imagen ante los demás, es absolutamente necesario que cambies el chip. Y pronto. Por eso si te sientes identificado/a con lo que voy a explicar a continuación, te pido por favor que reflexiones y abras tu mente vinófila.

Hace unos 25 años en la isla de La Gomera me contaron de un señor que fue pastor toda su vida. Con casi 90 años todavía iba por las mañanas con el rebaño buscando el pasto más fresco. No había salido nunca de la isla, imagino que no sabría lo que era un festivo ni unas vacaciones. Pues una de esas mañanas, siguiendo al rebaño llegó a un monte muy alto, las cabras y ovejas comían tranquilas y él se sentó en una piedra a ver amanecer con el barranco a sus pies. Con la cara iluminada por el sol recién estrenado cogió aire y suspirando murmuró: «Qué grande es el mundo, coño…»

Una reflexión tan cierta como graciosa teniendo en cuenta las circunstancias de aquel hombre: Un pequeño barranco en una de las islas más chicas del archipiélago canario, que no son más que 8 ‘peñascos’ perdidos en la inmensidad del océano Atlántico. Y aquello, para ese respetable anciano, era muy grande.

Hace unos seis años que estudié la certificación WSET de nivel 2 en vinos. Pero antes de comenzar el curso, como excocinero y responsable de comunicación de una distribuidora, es fácil entender que yo era el último mono (en lo que a conocimientos sobre el vino se refiere) en la empresa, al tiempo que era un especialista de talla mundial en mi casa. Me escuchaban hablar con cuatro términos más o menos técnicos aparentes y ya para ellos yo era el sumiller del año. Nada más lejos de la realidad. Pero esto funcionaba así.

Sin haber cursado todavía esta certificación mi conocimiento vinícola se limitaba a lo que conocía de modo experimental: haber probado vinos fundamentalmente de España, mayoritariamente tintos y mayoritariamente de las zonas más conocidas (aunque ya por aquel entonces teníamos en catálogo vinos de todos lados) De resto, un insondable mar de ignorancia.

Y uno de los ‘bofetones’ sin manos cuando uno abre un libro y se dedica durante un par de semanas a escuchar a especialistas hablar sobre la estructura del curso es precisamente ese: descubrir que no tienes ni idea. Que el mundo del vino parece infinito, que hay que caminar por él con mucha humildad, y que aquello que yo creía conocer (los vinos de mi país, los perfiles más conocidos…) era, por decirlo de un modo rápido y entendible, una mancha minúscula en un mapa inmenso.

Por eso dije en el primer artículo de esta serie que como más se aprende de vinos es viajando. Porque así este cambio de perspectiva te llega pronto. Probar vinos que no tienen nada que ver con lo experimentado hasta el momento. Hacerlo además con las personas que los elaboran en el lugar donde se cultivan las uvas que lo han hecho posible… Te pone delante de los ojos una verdad tan simple como oculta, si no sales nunca de esa zona de confort que absurdamente has construido.

«El mejor blanco es el peor de los tintos». «Soy más de Ribera que de Rioja» (o viceversa) «El vino bueno, siempre es reserva o gran reserva». «No puedo con los espumosos». «El rosado, para las mujeres». Deja ya de decir ese tipo de cosas. Es fácil de entender: como para tantos otros aspectos de la vida, nadie nació sabiendo y es mejor callar y escuchar mucho, antes que quedar de enterado de la caja del agua. Expresión canaria que viene al pelo. Analicemos a continuación cada una de estas expresiones usuales:

  • «El mejor blanco es el peor de los tintos».- La eterna pesadilla. Denostar el vino blanco simple y llanamente por la corta experiencia -y por tanto costumbre- del emisor de tremenda tontería, defendiendo lo que conoce. ¿Qué te gusta más el tinto que el blanco? Pues muy bien por ti. Es muy importante tener claros los gustos de cada uno, pero respetando el de los demás. Hay vinos blancos super prestigiosos en Francia, por ejemplo, que pueden costar mucho dinero… ¿Será por algo, no?
  • «Soy más de Ribera que de Rioja».– Este tipo de aseveración suele ir acompañada de otras joyas como «es que son más suavecitos» o la maravillosa «es que unos me dan dolor de cabeza y sin embargo los otros no». También he llegado a escuchar «yo es que con la Tempranillo no puedo pero la Tinto Fino me encanta», cuando estamos hablando de la misma uva que simplemente se llama de manera diferente en cada zona. ¿Nos damos cuenta de las tonterías que decimos?
  • «El vino bueno, siempre es reserva o gran reserva».– Otra mentira sin sustento. Que sean más caros no quiere decir que sean mejores porque sí. El vino bueno es el que más te guste, eso por descontado. Y cada cual tendrá su preferencia. El vino no se somete a crianza en madera para mejorarlo, sino para hacerlo diferente. También más longevo. Es una decisión del enólogo destinar una partida del vino elaborado cada año a pasarlo por barricas o fudres. Hablaremos en un artículo futuro sobre los porqués de estas decisiones, así como los precios… Pero si tu preferido es un vino fresco, actual, sin paso por madera, pues para ti ese será el mejor de todos.
  • «No puedo con los espumosos».- El problema con los vinos chispeantes es que tenemos muy poca costumbre de consumo y, además, lo tomamos mal cuando llegamos a atrevernos a su descorche. Hay que preguntarse qué nivel de calidad de espumoso estamos tomando y cuándo lo hacemos (no tiene por que ser un vino de aperitivo ni de postres… Ni para mojarnos los labios en un brindis dejando la copa intacta) Un buen espumoso puede ser perfectamente un vino con el que acompañar la comida de principio a fin.
  • «El rosado, para las mujeres».- Esta frase es una de las mayores patujadas machistas que se pueden expeler. Odio a la gente que le aplica género también a los vinos. ¡Qué manía! No hay vinos más femeninos que otros. Sí hay gustos, aficiones y costumbres. ¿A algunas mujeres les gustan más los rosados, los blancos en general y los semidulces en particular? Pues habría que hacer encuestas y mirar bien las estadísticas pero en nada podemos ser tan taxativos.

En definitiva (permítanme que insista): Deja de decir tonterías. Sé humilde, respetuoso/a y atrévete a probar buenos vinos del tipo que sea. ¡Bebe y deja beber!