3 vinos para disfrutar este mes de julio
Patricia de Yrissarri, Sumiller apasionada y profundamente comprometida con el mundo del vino y la gastronomía.
Desde su rol como directora comercial en Vinófilos, impulsa la conexión entre productores locales, chefs y amantes del vino, participando activamente en ferias, encuentros culturales y proyectos con alma.
Su sensibilidad especial para los maridajes —accesibles, pero siempre cuidados— la ha convertido en una referencia natural para quienes buscan difundir la cultura vitivinícola desde una mirada cercana, elegante y profundamente sensorial.
Patricia no solo habla de vinos, los traduce en experiencias.
Sus recomendaciones para este mes:
Blanco Vagüera – Alvar de Dios
Hay blancos que rozan la memoria sensorial de forma indeleble, y Vagüera es uno de ellos. Se graba en la corteza prefrontal con la sutileza de lo inolvidable. Floral, seductor y con una crianza de 12 meses en barrica que acaricia sin imponerse, este vino provoca conversación, deseo y pausa.
Procede de viñas antiguas de Doña Blanca, plantadas en los años 20 en El Pego (Castilla y León), acompañadas por un puñado de otras variedades locales que aportan complejidad en susurros, no en gritos.
Edición limitadísima: entre 1.500 y 2.000 botellas por añada.
Tener una caja es un privilegio. Compartirlo, un acto de complicidad y buen gusto.
Peace, Love & Garnacha – Jade Gross
Cuando una mente creativa como la de Jade Gross —una de las grandes cocineras de su generación— decide expresarse a través del vino, el resultado emociona. Este vino es su interpretación fresca, crujiente y juguetona de la Garnacha tinta.
Procedente de San Vicente de la Sonsierra (Rioja Alta), pasa 11 meses en barrica francesa, logrando estructura sin perder ligereza. Es pura energía embotellada. Una Garnacha con alma libre, que seduce sin esfuerzo y se deja beber con alegría.
Solo 1.200 botellas en todo el mundo.
Un secreto bien guardado… hasta que se descorcha.
Cuveé Palomar – Abadía Retuerta
Hay vinos que no se beben, se viven. Cuveé Palomar es uno de ellos. Al descorcharlo, todo se ralentiza como en una película a cámara lenta, con jazz flotando en el aire. Es un vino para detener el tiempo, para saborearlo sin prisa.
Elaborado en Sardón del Duero tras años de investigación, este coupage de Tempranillo, Garnacha y Malbec busca frescura, equilibrio y una expresión honesta del terruño. Es también una respuesta a los nuevos desafíos climáticos, sin perder esencia.
No necesita adornos.
Solo buena compañía y dejar que el vino hable.