Abadía Retuerta: cuando la historia, el terroir y la visión se alinean
Una marca que, en menos de tres décadas desde 1996, se ha convertido en referente del vino español.

Una de las primeras reflexiones que podemos hacer sobre bodegas como esta es que resulta llamativo el
gran peso como marca que tiene Abadía Retuerta en el sector con “tan solo”
casi tres décadas de trayectoria moderna desde 1996. ¿Cómo es posible esto? Es fácil de entender,
aunque responde a un entramado de circunstancias difícil de replicar en poco tiempo: lugar, método, personas y visión.
Historia & lugar: una herencia de siglos
El proyecto se asienta en el margen izquierdo del río Duero, en el entorno conocido como la
“milla de oro” de Ribera del Duero, y hunde sus raíces en la Abadía de Santa María de Retuerta,
fundada a finales del siglo XII. Diversos documentos históricos acreditan que la vid ha sido cultivada aquí durante siglos,
lo que aporta un hilo conductor entre patrimonio, paisaje y vino difícil de igualar.

Una bodega pensada para la precisión
Desde 1996 se levanta una bodega referente por su diseño —integrado en el paisaje— y por su
funcionalidad en los procesos de vinificación. El trabajo por parcelas y las
microvinificaciones permiten leer cada añada con detalle y tomar decisiones con criterio en bodega.
En este camino destaca la visión de Pascal Delbeck y el liderazgo técnico continuado de
Ángel Anocíbar en viña, bodega e I+D, pilares de una trayectoria premiada y consistente.

DOP propia: Vino de Pago Abadía Retuerta
El reconocimiento como Denominación de Origen Protegida (Vino de Pago) Abadía Retuerta subraya la singularidad del
terruño y la voluntad de expresar un lugar concreto con la máxima precisión. El concepto de “pago” está en el centro de su filosofía:
viñedo y vino unidos por origen.
Experiencia 360º: vino, patrimonio y alta gastronomía
Abadía Retuerta es también experiencia enoturística de alto nivel: el hotel LeDomaine ocupa el monasterio restaurado
y convive con una propuesta gastronómica de referencia, con El Refectorio (1 estrella Michelin) como estandarte.
El resultado es una inmersión completa en la identidad de la finca: territorio, vinos y cocina dialogando al unísono.
En una frase: historia viva, terroir medido al milímetro y un equipo que convierte visión en consistencia.
Variedades y estilo de la casa
En tintas: Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Syrah y Petit Verdot.
En blancas: Sauvignon Blanc y Verdejo. Con ellas se elabora una gama que combina
precisión, equilibrio y carácter, con fruta nítida, textura fina y madera siempre en clave de integración.
Por qué su marca pesa tanto
- Lugar único: mil años de tradición vitícola documentada y un enclave privilegiado junto al Duero.
- Método: trabajo parcelario, microvinificación e I+D al servicio del origen.
- Personas: un equipo técnico con visión y continuidad.
- Experiencia: bodega, patrimonio, hotel y gastronomía que amplifican el relato.
- Coherencia: un estilo reconocible y premiado añada tras añada.
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