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Alsacia es una de esas zonas paradigmáticas de la Europa eterna. Es un símbolo. Quizá ‘el’ símbolo del viejo Mercado Común y de la actual Unión Europea. De la reconciliación de los europeos después de diez siglos de guerras sin cuartel.

Situada en el noroeste de Francia, con una extensión de 120 km de norte a sur y protegida por los Vosgos, que la convierten curiosamente en una zona de escasa pluviometría. Consta de unas 15.000 has. de viñedos en manos de más de 8500 viticultores.

En ella encontramos tres denominaciones de origen, con las siguientes nomenclaturas: Alsacia, Alsacia más el nombre del municipio y Alsacia Grand Cru, dominadas todas ellas por las variedades blancas. Aunque encontramos pequeños reductos de Pinot Noir, que dan vinos claretes y muy delicados.

Entre las variedades blancas caben destacar los vinos de Riesling, Gewürztraminer (entre los más famosos del mundo), Pinot Gris y Muscat. Sin olvidarnos de la delicada Sylvaner o pequeñas parcelas de Auxerrois o Klevener. Los vinos de esta región son siempre fragantes, delicados y cargados de personalidad. Sobre todo aquellos provenientes de los Grand Cru, que en muchos casos permiten elaboraciones de vinos de podredumbre noble y vendimias tardías (‘vendanges tardives’ y ‘sélection de grains nobles’)

A mi me encantan con una buena selección de quesos de pasta blanda, o bien combinados con cocinas asiáticas. Les aseguro que serán un interesante descubrimiento, pero como siempre si queremos beber calidad, habrá que rascarse un poco el bolsillo. 

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