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Sin lugar a dudas encontrarse con una buena botella de Barolo es uno de los grandes momentos para los verdaderos vinófilos. Este magnífico vino del noroeste de Italia (Piemonte) toma su nombre de la ciudad de Barolo situada a 15 km de Alba. Su producción giró de dulce a tinto seco a mediados del S. XIX y ha sido, tras su puesta a punto de los años 80 del pasado siglo, el símbolo internacional del renacimiento de la viticultura italiana de calidad.

Sin lugar a dudas la Nebbiolo es una de las variedades italianas y mundiales más interesantes. Esto unido a una viticultura donde el minifundio es primordial y la clasificación de “Crus” su argumento de calidad, dan un magnifico resultado.

Los buenos “barolos”, se caracterizan por un color no opaco, de tonalidades rubí y cuya nariz, con un buen desarrollo en la botella, nos ofrecerá delicados aromas de ciruela, turba, hojas de té y pétalos de rosa. En la boca su personalidad inigualable viene  marcada por su tanicidad y su densa textura.

Lo ideal es buscarlos (en buen estado de conservación) con unos 10 años de envejecimiento, acompañándolo de un buen plato de pasta y trufa. Y entonces, que se pare el mundo.