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.- Por Mario Reyes Rodríguez 

Acercarme a Foradori  tuvo una mezcla de inquietud y curiosidad… Y luego llegó la magia. Cuando conectas con Elisabetta entiendes rápido esa identidad casi metafísica de su proyecto. La conocí en una feria de pequeños productores en Barcelona y desde el primer momento sus vinos me encantaron. Reconozco que apenas había oído hablar de ellos, pero desde que los probé no paré de perseguirles.

Su prestigio internacional es muy importante y forma parte de la élite de los pequeños productores europeos, comprometidos al 100% con la naturaleza, su entorno y la sostenibilidad de su zona y su variedades. La interpretación de la uva Teroldego de diferentes parcelas y suelos, merece todo su reconocimiento, tras años y años de trabajo para poner esta uva de norte de Italia en el lugar que merece

A continuación de cuento algo más sobre la historia de este proyecto en los Dolimitis Italianos y te animo a acercarte a sus vinos, que te van a hacer disfrutar muchísimo.

Las generaciones actuales de la familia Foradori. Elisabetta, de pie a la derecha.

Elisabetta Foradori termina sus estudios en la escuela de vinos de S. Michelle all’Adige y afronta su primera vendimia en 1984. De una bodega familiar fundada en 1901. Su antepasado Vittorio Foradori la adquiere para la familia y en 1960 Roberto Foradori edita la primera añada producida bajo esta firma. Tras su fallecimiento, su esposa Gabriella toma las riendas de la bodega.

Tan solo un año después de esta primera vendimia comenzó la selección masal de la variedad Teroldego, objetivo compartido con su marido Rainer Zierock, con el que se propuso rescatar y regenerar esta uva a través del cultivo de la rama genética original.

“He dedicado mi vida a esta variedad. Intentando expresar a través de ella la tierra donde crece. Al principio apenas la escuchaba. Me dediqué a la selección masal a partir de semillas, siguiendo un camino más técnico, dejando los procedimientos agrícolas como acciones mecánicas repetitivas con uvas aparentemente sanas y vinos impecables”.

A finales de los noventa se dio cuenta de que “soplaban vientos de cambio” y sintió la necesidad de reconducir sus métodos. Reconoce que tuvo una percepción “profunda y regeneradora, que me llevó a concluir que mis vinos carecían de alma”. Admite que no fue fácil ese regreso a la “Madre Tierra”. Recuperar la capacidad reconocer los ciclos de la naturaleza, eliminar prejuicios, disipar miedos. Trabajar CON la naturaleza y no CONTRA ella, en un apasionante y complejo recorrido que “involucra el espíritu y la rutina del agricultor, cambiando su sensibilidad y perfeccionando la escucha”.

Siente que ha devuelto el honor y la creatividad a sus metodologías agrícolas. Aspira a producir uvas y vinos que hablen de su tierra, la misma que dejará a sus hijos, sana y viva. Hoy en día sus hijos Emilio, Theo y Myrtha Zierock siguen sus pasos, desde la libertad de haber elegido ser agricultores.

Se reparten el trabajo de manera que Myrtha se encarga de la agricultura, Theo del comercio y Emilio de la producción de vinos. La cuarta generación de enólogos dirige con rumbo preciso este proyecto basado en la conciencia plena de los ritmos de la naturaleza, perfeccionados desde la observación. Captando las sutiles diferencias existentes en el medio, conservando el carácter de la uva como expresión de su tierra de origen.

Trabajan con gusto porque creen de verdad en lo que hacen. Practican lo que predican. Fomentan métodos agrícolas que protegen tanto a la naturaleza como al humano, tratando de crear armonía con el paisaje que les rodea. Su mayor éxito radica en que su mensaje es entendido y respetado por el sector.

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Estadísticas de la bodega:

– 30 hectáreas de viñedos con las que producen una media de 180.000 botellas cada año.

– 80% de Teroldego

– 10% de Manzoni Blanco

– 5% de Nosiola

– 5% de Pinot Grigio