La cultura del vino actual está envuelta en una coraza compleja, una aleación de pedantería y miedo que provoca que cuando estás en reuniones sociales en las que aparentemente alguien sabe -o parece saber- más que los demás, el temor a quedar en ridículo te hace no opinar o, incluso, acabar pidiéndote una cerveza y beber al margen de «los entendidos».
Estos miedos absurdos nos vuelven conservadores y con ello cuando necesitamos vino acabamos comprando/pidiendo siempre marcas conocidas. Hay incluso quien teme no parecer suficientemente habilidoso/a manejando el sacacorchos en público, o abrir una botella de espumoso sin perder un ojo con su corcho proyectado al techo de la habitación. Nos da vergüenza hasta ese momento en el restaurante, cuando nos dan a probar un sorbo de vino, por si se nos nota en la cara que no tenemos ni idea. ¿Pero quién nos examina? ¿Hay que ser un experto sumiller para comprar, beber y disfrutar por nuestra cuenta? Seguro que te sientes identificado/a con todo esto.
Te apetece tomar vino y no importa nada más. No hay protocolos, liturgias ni pruebas que pasar.
Aprender, sin presión
Como más se aprende de vinos es viajando. Porque tienes acceso a perfiles de producto diferentes pero sobre todo porque puedes percibir en primera persona cómo se entiende la cultura del vino en otros lugares. Haciéndolo entiendes que el vino está cada vez más lejos del público en las regiones menos vinícolas.
Esto condiciona principalmente el perfil de vino al que tienes acceso de manera habitual, el que se te ofrece tanto en supermercados, restaurantes o tiendas ‘especializadas’. Negocios en los que prima la productividad, el beneficio económico, por encima de la satisfacción del cliente en aspectos diferentes al mero hecho de tomar vino. ¿En qué se traduce esto? En cartas de vino idénticas en los lugares que visitas. Encuentras las mismas marcas y los mismos perfiles de producto en casi todos lados. En escenarios donde el vino no es tratado de manera adecuada. Mal conservado, mal servido, mal explicado, mal entendido.
Un buen consejo si te interesa aprender a disfrutarlo como se debe, es tratar de seleccionar los restaurantes, vinotecas o enotecas que visitas con amigos y familiares investigando un poco antes la oferta de vinos que ofrecen.
El vino como un compañero discreto
Una de las conclusiones que me gustaría que sacaras tras esta lectura de hoy es que el vino no tiene por qué convertirse siempre en el protagonista de la conversación en el momento de su consumo. Y si lo comentamos, no tenemos que parecer el sumiller de un tres estrellas Michelin. Nadie se pide un refresco, un zumo o una cerveza para acompañar una comida y se dedica a analizar la untuosidad de las burbujas de su Coca-Cola, la acidez de la combinación de la pera/piña o el nivel de tostado de la malta usada en la caña que tienes delante. Y si eso ocurriera, siempre puedes huir y no mirar atrás.
Es cierto que existen muchos tipos de vino y que el desconocimiento agobia un poco a la hora de tomar la decisión. Precisamente por eso es mejor dejarse asesorar. Pero una vez se han elegido las botellas que nos acompañarán, toca abrirlas sin miedo, compartirlas con nuestros acompañantes y dejar que hagan su magia.
Y no me refiero a esperar que sus efluvios alcohólicos nos hagan efecto, sino a comprobar cómo puede realzar el disfrute gastronómico de manera exponencial. Un mal vino puede arruinar una comida, pero uno bien elegido puede hacer que el momento sea inolvidable. Cuando esto último ocurre y descubres que quizá aprendiendo un poco más sobre el mundo del vino seas capaz de reproducir estos momentos más veces en tu vida, te habrá picado el gusanillo y probablemente ya no habrá marcha a atrás.
Eso es fantástico para ti, para quienes se dejen guiar de tu mano en las próximas reuniones sociales y para el sector en general. La única manera de conseguir que la rueda gire y no pare es con clientes curiosos, formados y por tanto más exigentes. Que transmitan su inquietud y la trasladen al hostelero, para que sienta la necesidad de contar con más y mejores vinos en su carta, la de contactar con proveedores que les surtan de una mayor variedad de vinos, así como la de contratar al personal necesario, con los conocimientos y la experiencia requerida para defenderlos.
En definitiva:
- Bebamos para disfrutar, sin protocolos, liturgias ni temores absurdos.
- Teniendo en cuenta lo anterior, seamos curiosos y exigentes sin caer en el esnobismo. Hay mucho que aprender y muy interesante.