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¿Qué está pasando con el vino?

Por Mario Reyes

Cada día observo con tristeza lo que sucede con el vino que la gente bebe y deja de beber, desde mi perspectiva. Hablo principalmente de Canarias, pero cuando viajo por diferentes partes de nuestro país encuentro situaciones similares. O, al menos, eso creo. Ustedes me dirán.

En el archipiélago sin duda (y creo que también en la península) nuestra gran competencia es la cerveza. Aunque los licores y las bebidas combinadas en general también tienen un gran impacto. Si pensamos en otro público objetivo muy importante, como los jóvenes de entre 18 y 30 años, también están las bebidas energéticas, los cócteles de baja graduación y otros tipos de bebidas que se ajustan muy bien a ese rango de edad. Incluso a un rango más amplio.

 

 

Como parte de este sector, como Vinófilo/a… ¿No te preocupa ver que los jóvenes ya no beben vino? ¿No te llama la atención que la juventud ya no consuma vino, aunque sea con refresco u otras bebidas similares? ¿Piensas que el vino los apaga en lugar de activarlos? A mí esto me preocupa mucho.

Creo que hay un gran problema. Y es que el vino, sobre todo aquel que la gente considera que es el buen vino, el que “se debe beber”, los decepciona. Les resulta aburrido, fuerte y, lo que es más importante, creo que no les parece una opción adecuada si se saca de su contexto en la mesa (almuerzo o cena).

Si observamos los vinos a los que la gente tiene acceso fuera de los buenos restaurantes (siempre hablando de aquellos negocios que se preocupan por tener una carta variada y selecta) suelen ser vinos que no se pueden beber. Con una copa y media, te mareas, si realmente puedes terminártela. Son vinos que pican, raspan, se quedan parados en el paladar, saturan y no acompañan bien ninguna comida. Su filosofía es producir mucho vino a bajo precio, sin importar demasiado la calidad, los aditivos, la ‘bebilidad’… Sólo importa el precio. Y en algunos casos, ni siquiera se preocupan por eso.

En resumen, son vinos que ni siquiera se beben los consumidores experimentados. Los evitan. Es una opinión dura, pero es real.

Creo que la falta de amor por el vino y la carencia de cultura del comprador intermedio hacen que no nos importe mucho la calidad, la facilidad de beberlo ni el encaje que tiene una referencia en nuestra oferta. Y, queramos o no, todo esto está perjudicando el consumo, el verdadero consumo de vino. No solo aquel que cumple con el trámite gastronómico de la mesa, sino aquel que acerca el vino a cualquier momento de ocio, placer, conversación, sobremesa…

 

 

Por ejemplo: ¿Dónde estaba el vino en la celebración del ascenso de la UD Las Palmas hace unos días? ¿Había alguien bebiendo vino? ¿Se puede beber vino en esos contextos? Pues no, por dos razones fundamentales: el vino al que se puede acceder no es de calidad (siempre entendido como facilidad de beberlo) y los formatos de consumo no son adecuados para cualquier situación. El sector ha alejado a ese tipo de consumidor de ese consumo más ocasional, festivo.

Tenemos que cambiar. Si no lo hacemos, un país como el nuestro, que se encuentra entre los tres principales productores del mundo (a pesar de la viña que se abandona por falta de valor económico) seguirá presentando datos de consumo muy bajos. El vino dejará de beberse en los pueblos, si es que no ha dejado de hacerlo ya. No lograremos captar a los jóvenes para que se aficionen al vino, y seguirá creciendo la cerveza artesana (que apenas sostiene la agricultura de nuestro país) En definitiva, nos pasará lo mismo que con el brandy, una bebida para unos pocos casos muy específicos y rodeada de mitos sobre resacas y sensaciones… Algo que el vino no debería provocar.

Porque el buen vino se bebe fácilmente. Puede ser blanco, espumoso, rosado, naranja, tinto… No provoca resaca, no da sueño, activa y da energía. Sienta bien al estómago, no causa dolor de cabeza. Se puede beber en lata, en vaso, en bag-in-box, con refresco, con hielo, etc.

El vino es una bebida fermentada de uva que no debería contener aditivos innecesarios. Y si está hecho solo de uva, es muy fácil de beber en cualquier situación.

Ojalá podamos reflexionar sobre el asunto y nos demos cuenta de que si no cuidamos esta bebida, pronto tendremos un grave problema. Últimamente no dejo de hablar con personas que, cuando les preguntas, no están bebiendo vino. No quieren vino tinto, no saben qué vino beber. Les gusta el vino con azúcar pero beben poco por miedo a la resaca. Les sienta mal al día siguiente, les deshidrata por la noche. No beben porque luego tienen cosas que hacer y muchas más «excusas» que están calando en la sociedad y que, no nos equivoquemos: están inevitablemente asociadas al vino de baja calidad. Vino industrial, vino caro o barato… da igual. El vino se nos ha ido de las manos, y es preocupante.

Te dejo por aquí el acceso a un interesante informe impulsado por La Organización Interprofesional del Vino de España (OIVE) sobre la realidad del consumo de vino en España, para saber cuánto vino se consume, de qué tipo y, sobre todo, por qué canales de distribución llega a los consumidores. : Clic aquí para verlo