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¿Qué son los vinos naranjas?

Es cierto que a veces, cuando recibes demasiada información sobre cualquier tema, llega un momento en el que te saturas y aprendes a descartar. Así hay cosas que no calan, que alguna vez escuchaste pero no se te quedó. Por ello te pedimos que te pares dos minutos a leer esta breve explicación sobre lo que son los vinos naranjas.

Y es que si has escuchado hablar sobre ellos lo normal es que la primera reacción sea “¿Vinos naranjas, en serio, no tienen bastante con los blancos, rosados, tintos… Que tienen que inventar otros nuevos?”. Bueno… No es un invento, este nombre responde a la necesidad de calificar de algún modo a un perfil de vinos blancos cuya elaboración condiciona sus características y es importante tenerlas en cuenta para entender desde un primer momento lo que se está comprando. Para que no haya malentendidos.

Hasta ahora sabías que hay vinos blancos jóvenes y otros con crianza con capacidad de envejecer muy bien. Aunque por lo general se supone que los blancos hay que beberlos “del año”, ya has aprendido que esto no siempre es así. Que los hay que están preparados para perdurar en el tiempo e incluso evolucionar de modos muy interesantes. Todo depende de qué se haga durante el proceso de elaboración. Hay decisiones importantes por parte del enólogo/a que orientan el futuro de un vino hacia un lugar u otro.

 

¿Qué les diferencia respecto al resto de vinos blancos?

En la elaboración de los vinos blancos “normales”, con tonalidades que van desde el amarillo pálido hasta el dorado, la uva llega a bodega, se prensa para extraer el mosto e inmediatamente se separa por completo el líquido resultante de lo que serían las pepitas y los hollejos. Tan sólo el zumo pasará a los depósitos y a partir de ahí ya se decide en bodega cómo va a continuar ese vino una vez haya fermentado.

Pero esto cambia en el caso de los vinos naranjas, porque a diferencia de los anteriores, aquí no se separan el líquido y los restos de las uvas, entrando todo junto en el depósito. Por tanto el mosto va a fermentar en contacto directo con los hollejos. Aquí está la clave del asunto: el color del vino, al igual que en los vinos tintos, siempre viene por el contacto con las pieles durante el proceso de fermentación. A mayor tiempo juntos, más color. Por tanto es un vino blanco elaborado como los vinos tintos. Esto tiñe el vino de una gama cromática que parte desde el amarillo dorado hasta el naranja. Los hollejos, a medida que se oxidan se van oscureciendo y la extracción del color será cada vez más intensa.

Al contrario de lo que puedas pensar no es una práctica novedosa. En la antigüedad se hacían así para evitar su deterioro y asegurar su evolución. Porque esta maceración con pieles protege al vino garantizando la aparición de sulfitos naturales que lo hace más resistente.

 

¿Qué aporta este método de vinificación en cuanto a aromas y sabores?

Pues una gran variedad de matices interesantes. En nariz muchas notas cítricas y de frutas de hueso maduras. También notas florales y herbales, especias y frutos secos. En boca lo más importante es la tanicidad por esa presencia de las pieles, una acidez menos pronunciada que en los blancos normales y por supuesto mucho volumen y estructura. Esa mayor extracción que cambia el color del vino también saca más sabor y fuerza al vino resultante.

Que el color no te pare nunca. Ni en el caso de los vinos naranjas ni con cualquier otro vino que no hayas probado y cuya tonalidad te parezca “singular”. El mundo del vino no tiene fin y hay mucho por descubrir. Déjate siempre asesorar por el personal experimentado y como buen Vinófilo, abre tu mente.

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