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Hace unos días logré escaparme e irme a hacer una de las cosas que más disfruto de mi vida: Visitar bodegas y amigos, acercarme al campo, a la viña, a la gastronomía de otros lugares. Y sobre todo a aprender a seguir aprendiendo.

En este tour post-pandemia quería sentir como están algunas de las bodegas con las que trabajamos en Vinófilos y saber de su situación actual, de sus novedades e inquietudes. Trabajamos con gente que vive el vino y eso genera una empatía y una conexión especial en quienes tenemos esta maravillosa bebida como ‘excusa’ para trabajar.

La ruta y las bodegas fueron:

Bodegas Tierra – Labastida – Rioja Alavesa

Desde que les conozco, la familia Tierra, no ha parado de crecer y mejorar. Su proyecto actual se acerca cada vez más a un sueño, pero es ya una realidad. Su crecimiento como referencia de la comarca ya se hace notar y el respeto que tanto el cliente como las otras bodegas le tiene al trabajo de la familia Fernández Gómez es una obviedad. Para mi, Tierra es mi casa. Diría que Labastida es mi segundo pueblo (por cierto, espectacular) y el lugar donde se une familia, amigos, viñedo, gastronomía y paisaje.

Con el reciente reconocimiento de Tim Atkin MW a Carlos Fernández como el mejor Agricultor de Rioja 2021, el prestigio internacional de la bodega ha vuelto a dar un salto y siento que es una consecuencia lógica. Tiene sentido, porque el trabajo de Tierra no ha parado de avanzar hacia una elaboración que expresa de manera fiel el territorio. Sus vinos cada vez más desnudos y francos, van camino de convertirse en uno de los referentes de la región.

Junto a los fantásticos vinos de un nuevo proyecto del que aún no puedo contarles nada. ¡Pero del que pude catar con él de todo! Desde los vinos aún por hacer de la cosecha 2020, hasta los blancos más singulares de la D.O.Ca. A destacar el maravilloso y escasísimo Tulonio. El momento espectacular (no solo a nivel puntuaciones) que vive La Abuela Visi, o la increíble manera que tiene de madurar el Cifras Garnacha Blanca. El Tierra Crianza como buque insignia de la bodega, e increíbles también la nueva línea del Tierra Fidel tinto o la consolidación de El Belisario, como uno de los más expresivos Tempranillos del mercado.

En definitiva: ¡Feliz cuál perdiz! Tierra progresa más que adecuadamente y nos va a dar muchas alegrías en tiempos venideros.

Bodegas Ojuel – Sojuela – Rioja Alta

Mi segunda vez en esta bodega, esta vez ya como colaborador oficial y distribuidores para Canarias de este gran “miniproyecto” que tiene algo especial. La primera vez que visité este pueblo perdido y minúsculo, fue en busca del SupuraoUn vino tradicional que Miguel y Mila se empeñaron en recuperar y que les ha posicionado como un referente de este vino único en el mundo. Que les deberían quitar de las manos. Estoy seguro de que mas pronto que tarde esto pasará. Un vino que no tiene aún el valor que merece y que sólo por el trabajo que lleva elaborarlo, debería costar 100€ la botella.

Miguel nos preparó algo tan sencillo como extraordinario: unos huevos fritos con Trufa de sus fincas y una cata excepcional de todos los vinos embotellados actualmente. Una Viura de viñedo singular que traeremos en breve. Su maravilloso y sencillo blanco de Tempranillo Blanco que es de las pocas elaboraciones dignas de esta variedad. O su singular vino de Calagraño Blanco, que aún sin ser un vino excepcional, sí acerca al curioso a un vino distinto y accesible. Las elaboraciones respetuosas y sin sulfitos marcan todo el recorrido de esta bodega y el Aloxa 2018, tinto joven sin sulfitos, está como para beberte un palet. Me encantó también el Granícula Tempranillo, elaborado de un viñedo devastado por el pedrisco que Miguel se empeñó en vendimiar y seleccionar grano a grano, para conseguir un tinto cargado de nervio y singularidad. Y por no nombrarlos todos me quedo con tu Maturana Tinta en formato Magnum que se llama 26 Lunas y que es de esos vinos para guardar una caja escondida en el fondo de la bodega. Echa un viztazo aquí a todos sus vinos en nuestro catálogo.

Acabamos con el Supurao Tempranillo Dulce… Tan dulce y fino que nos acompañó todo el camino de regreso a Labastida.

Bodega Alvar de Dios – El Pego – Toro

Aunque trabajamos con Alvar desde hace unos años, no me había acercado a verle, a sentir su proyecto. Pero ya me estaba atrayendo demasiado y eso para mi es síntoma de “no puedo aguantar más” sin pisar la viña, la zona y la bodega. Alvar De Dios es de esos elaboradores que tienen las cosas claras, que tiene ya verdaderos fans por el mundo y que forma parte de la nueva élite de enólogos españoles. Su proyecto, su visión, sus vinos, sus sueños y su bodega, engrandecen nuestro portafolio, en busca de sumilleres y camareros curiosos, con ganas por divertirse vendiendo vinos.

¡La bodega es una preciosidad! De esas que nos gustan, que por fuera no dicen mucho, que hablan por dentro. De estilo, de frescor, de funcionalidad, de juego. Que es un especie de “taller de uvas”, un juguete en manos de una elaborador preciso de vinos limpios y directos. Todavía guardo en la retina el juego de recipientes de todo tipo y de mucha calidad para poner a punto una uvas que trata con cariño de principio a fin.

Nos preparó un cata de ensueño. Un pequeño gran recorrido por uvas y zonas. Destaco 3 vinos, aunque podría hablar de todos ellos. ¡Las Vidres! Un blanco de Doña Blanca sobre suelo blanco (valga la forzada redundancia) que está llamado a convertirse uno de los grandes blancos españoles. Preciso, mineral, fresco, profundo, certero… ¡Una joya! El Camino de los Arrieros es un vino que mejor no descubrir, además de por su excelente relación calidad-precio, porque es de los de beber sin parar. Mezcla de variedades frescas y de poca extracción como la Rufete, la Juan García o la Merenzao. Es un tinto bárbaro. Ojo, que este vino valdrá más en el futuro, bébelo ahora. Y por último Aciano, su gran tinto de “anti-Toro”. Quiero decir, un tinto de toro que no es un “tintorro”. Que es fresco, que es crujiente, que no es una infusión de roble y que aunque no esconde su potencia, la muestra con mucha delicadeza.

Nos fuimos porque teníamos que hacerlo, pero hubiésemos pasado allí horas y más horas aprendiendo.

Microbio Wines – Nieva – Segovia

Las ganas de visitar por segunda vez a Ismael Gozalo, el gran viñador-soñador, su equipo humano, su bodega y su viñedo eran tan grandes, que al llegar a Nieva se paró el tiempo. Se paró el mundo e Ismael lo puso a nuestro pies. Después de largas hora de coche ese día y de haber madrugado mucho, nos preparó un cocido de muerte. Hecho a leña en ollas de barro y con tanto cariño, que no lo olvidaré nunca.

Llegar a Nieva y estar en Microbio te cambia el ritmo, te hace pasar “al lado oscuro” como Ismael dice. A mi me ha hecho pasar, claro. Desde hace tiempo. Al lado donde encuentro los vinos más libres, la gente más feliz, las verdades como puños, los vinos verdaderos. La sabiduría y la precisión que demuestra en cada botella no se aprende sólo en una vida. Es fruto de un don y del esfuerzo descomunal de un equipo enamorado de los vinos naturales y toda su filosofía. Los vinos de “la resistencia” son como los platos de la alta cocina de verdad. Aquellos que no sólo hacen magia sino que además la crean. Abren el camino.

La lista de vinos a destacar y múltiples elaboraciones que probé son innumerables. Pero no dejes de probar la burbujas de Nieva York, los increíbles verdejos de La Resistencia o Microbio, el fantástico y escasísimo Brutal tinto Syrah, el Brutal blanco o la vuelta de tuerca de ‘Ruff y Ann’, un Rufete de trago largo y largo recuerdo.

Al día siguiente, tras un largo y pausado despertar, nos deleitó con su viñedo centenario, ecológico y perfectamente parcelado. Una lección magistral de cómo el vino se hace en la viña. Y más de esa viña. Para terminar visita a un templo de la gastronomía natural castellana: Bar Yagüe, con el gran maestro Santos y señora.

Bodegas Ostatu – Samaniego – Rioja Alavesa

Para terminar y de vuelta ya a Rioja Alavesa volví a visitar Ostatu, la casa de los Sáenz de Samaniego. Familia que conozco hace más de 15 años, cuando Teíto (su fundador) me abrió por primera vez las puertas de esta bodega maravillosa, que en este tiempo se ha posicionado ya en la élite nacional. En esa élite singular y no tan mediática. En esa que forma parte de todas las grandes cartas de vino del mundo. Y esto no ha hecho más que empezar.

Mariasun, Iñigo, Gonzalo y familia son personas de verdad. Gente auténtica y trabajadora, con claros ideales y en constante cambio. Su hospitalidad, su bodega, su Txoco y su tienda de vinos son visita obligada para cualquier amante del vino que recorra la zona.

Aunque centrados más en la elaboración de tintos, la familia de los blancos de Ostatu ha ido creciendo en los últimos años y el encuentro en bodega empezó con el Lore de Ostatu 2016. Un blanco con barrica (de la que no invade) que se mantiene vivo, terso y sin evolución. Que tiene una larga vida por delante, pero que empieza a toca el cielo. Volví a catar su Gran Reserva blanco 2013, otra nueva aportación al catálogo de los últimos años para los que gustan blancos maduros, complejos y divertidos. Olvídate de la tradicional y obsoleta expresión “Gran Reserva“. Es otra cosa. Porque ellos tanto en su blanco como en su tinto han vuelto a poner en valor esos apellidos tan denostados en los últimos años de la Denominación. No me quiero recrear demasiado en la pedazo de cata que hicimos, pero como siempre el Ostatu SelecciónLaderas o Gloria de Ostatu, son tintos que cualquiera debería tener en su vinoteca para descubrir las múltiples caras de la Tempranillo de calidad y viña propia.

Ostatu es un Must. Las anchoas que preparó Iñigo para cenar, un espectáculo. Y el maravilloso rato que compartí con amigos en esa mesa justifican un viaje, un esfuerzo y el compromiso que tenemos con los productores de calidad en todo el mundo.

Con todos ellos, #compartimosunapasión. ¡Gracias!